miércoles, 22 de febrero de 2012

Especial cenizas

El miércoles de Cenizas es para los católicos, día de ayuno y abstinencia. Se realiza la imposición de la ceniza a los fieles que asisten a misa, como signo de la caducidad de la condición humana. Mientras lo hace se repite las palabras “De polvo eres y en polvo te has de convertir”. La ceniza representa también, la destrucción de los errores del año pasado al ser estos quemados. Así da inicio a la “Cuaresma” (Cuarenta días de preparación para la Pascua), comenzando hoy miércoles de Ceniza y terminando el Domingo de Ramos.


 Y dijo el maestro…
Hoy que se celebra el día de la ceniza,  y que es el principio formal del tiempo de cuaresma que lleva a la semana santa, nos vamos a entretener con saetas y de por medio les voy a leer una historia que se llama la reglas de la hermosura que escribí hace algunos años por mor de de la semana santa de Andalucía...

“Desde la lejanía que se extiende más allá de los montes, arriba de los plateados olivos y los cerros, las gentes del norte contemplan algunas de nuestras maneras de ser en el tiempo y sin entendernos ni comprender la razón de los hechos, nos señalan con adjetivos que nada concuerda con el color de las verdades o simplemente nos toman por locos.                              
Una de las locuras que más sorprende al personal forastero, sobre todo si es casi culto y de perfil urbano, es la que alrededor de la luna que cambia el invierno en primavera, emprendemos cada año por la Semana Santa cuando el azar reviven de aromas y los pulsos aligeran el rumbo del deseo; Entonces, como si fuéramos llamados por una voz de ancestros infinito, poderosamente antigua y conservada en el tránsito de las generaciones, acudimos con el mayor de los gozos a celebrar la Fiesta de la Belleza, el sagrado ritual de las sonoras emociones. Y se extrañan, algunos hasta con escándalo de que utilicemos el misterio para la diversión y podamos disfrutar, como disfrutamos, viendo en el desfile de las procesiones, a las piadosas imágenes evocadoras de aquellos siete dolores que pasó mi Dios…”



“Para unos el rito es una profanación, ¡Esto es una feria!! Dicen despectivamente compadeciendo la ligereza y el pecado, para otros, los que están mirando al siglo futuro, es mayor el desconcierto y no saben justificar el asunto, más que por miméticas interpretaciones ideológicas de usados clichés, ajenas por completo, a la realidades y los sueños. Ignorantes por los profundos hechos y de las salvias ocultas por las sabias arboledas, desprecian  el valor de las flores abiertas en el cauce del ritmo, a golpes de tambor y de saetas…


“Entre tanto, los Andaluces soberanos del sol,  rebeldes a las ordenanzas del imperio, nos glorificamos en una penitencia que alaba las armonías y ensalza el arte por encima de todas las cosas del mundo y de la vida. Con majestad solemne, fervorosamente esculpida en el ánima  del pueblo,  marchamos al son estrepitoso de fúnebres oraciones musicales transformada por mor’ de nuestro genio en leyenda de luces y lagrimas, añorantes de un paraíso perdido que llevamos dentro; Edén de encuentro capaces incluso de borrar la pena ante la evidencia del dolor y de la muerte. Colonizado desde siempre por pueblos que nos legaron sus dioses y sus lenguas, no tuvimos más remedio que amasar con todos los materiales recibidos las respuestas que nos diferencian y nos hizo celebres en la superación de las tristeza. Oprimidos por las rectas y firmes leyes que nos abocaban al arrepentimiento, descubrimos en la figura del Cristo perseguido, el símbolo de una liberación alcanzada en las orillas preciosas de la fiesta…




“Y es,  en efecto, un pueblo entero el que de esta manera manifiesta su ansia de ser colectiva. Un pueblo, que celebra la pasión de su Dios con espíritu de gloria, subvirtiendo la pena en los balcones floridos de la alegría. Un pueblo que conoce por los siglos, la fuerza de su propia pasión y la festeja ansioso de plenitud y de armonía. Un pueblo, experimentado en los dolores que transforma la liturgia del mayor dolor en una explosión de júbilo  contenida tan sola por el ritmo. Un pueblo de artistas melancólicos, enamorado de la s imposibles, que no se resigna y escapa de las maldiciones adornando su espectro con luminarias de esplendor…


“Por eso, en estos días de ayuno y penitencia , mientras los demás creyente recuerdan las amarguras de aquella ignominia, y las iglesias se revisten de morado, nosotros nos desembarazamos por completo de las oscuras lamentaciones y experimentamos la dicha de ser nosotros mismos, auténticos en la realización cabal de nuestras aspiraciones estéticas.  La ética se engalana así de resplandores, y los sacrificios que reclaman los sacerdotes, fructifican en sudores irisados, teñido por todo los colores de los trajes penitenciales, uniformes para las luces de las velas crispadas en los aires de un murmullo, que se propaga en admiraciones. Las que se perciben apretujadamente en las aceras, a las puertas de las tabernas en flor,  cuando desde lejos se ve venir el cortejo traído en un compas que no cesa; Agigantándose  con su presencia cada vez más cercana, cada vez más próxima, hasta que se oye el crujir de los varales y el  arrastrarse de los pasos y la borrachera de los claveles olorosos, y el rumor de las conversaciones, y la exaltación de los piropos, y la voz que precisan los movimientos y la música… ¡A está es!!! “
 Ahí quedo, ahí quedo eso….


José Luis Ortiz Nuevo.


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